jueves, 19 de diciembre de 2013

"The Bang Bang Club", el poder de la fotografía

La fotografía y el cine protagonizan una unión perfecta y es que... ¿acaso el cine no es una composición de fotogramas? Por ello, muchas películas han reflexionado sobre el papel de la fotografía y de los fotógrafos, esos héroes capaces de inmortalizar un momento y parar el tiempo... “The Bang Bang Club” es un film canadiense dirigido por Steven Silver basado en el libro homónimo de dos fotoperiodistas famosos, Greg Marinovich y Joao Silva. La película muestra el inicio y desarrollo de The Bang Bang Club, un grupo de fotógrafos formado en los años 90 que cubrieron la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, realizando icónicas fotografías (algunas ganadoras de premios Pulitzer). El grupo de jóvenes fotógrafos estaba compuesto por Kevin Carter, Ken Oosterbroek y los propios Greg Marinovich y Joao Silva.

                                     


El perfil del fotógrafo: reportero de guerra La fotografía y, sobre todo, el fotógrafo, cobran un papel protagonista en “The Bang Bang Club”. De hecho, el eje principal de la película es la actividad de los fotógrafos en grupo y sus logros individuales, centrándose sobre todo en las figuras de Kevin Carter (polémico fotoperiodista cuyo nombre es de los más conocidos) y Greg Marinovich (fotógrafo freelance que constituye la última incorporación al grupo). Sin duda, el perfil visto en clase que podemos identificar en la película es el del reportero de guerra, un fotógrafo que, independientemente de que trabaje por su cuenta o para una agencia, retrata la realidad desde un punto de vista muy vivo y humano, destacando detalles impactantes y situándose en primera línea de batalla para conseguir las instantáneas más impresionantes y que reflejen con más viveza el hecho.

Un tema llamativo es el valor de la
pertenencia a un grupo también en el ámbito fotográfico. El film muestra cómo los componentes de The Bang Bang Club se ayudan entre sí, tanto para localizar buenas tomas como en temas más personales (por ejemplo, cuando Kevin atraviesa una crisis con las drogas, sus compañeros no dudan en prestarle dinero e, incluso, Ken le cede algunas fotografías). Además, en conflictos bélicos un fotógrafo se siente más protegido y amparado si acude al lugar de los hechos acompañado de compañeros con los mismos objetivos y aspiraciones, pudiendo esquivar más fácilmente el peligro sin por ello ver mermada su imparcialidad o su visión personal de las fotografías (y es que, los “periodistas empotrados” o embedded journalists que acuden a las batallas protegidos por soldados, a veces pueden ser influenciados por ellos y/o su Gobierno para representar los hechos de una manera u otra).

Respecto a la reflexión sobre la importancia del grupo para los fotógrafos protagonistas, son interesantes las declaraciones de Kevin Carter en una entrevista radiofónica al inicio de la película. Para él,
TBBC es casi como una broma (de hecho, en la cinta se puede ver que ellos no planean formar un grupo, sino que es algo que surge), pero que es importante en cuanto al poder y a la seguridad de ir en grupo. Reconoce que, a pesar de la colaboración, siempre hay cierta competitividad entre ellos para conseguir la mejor toma. Y esto, sin duda, puede ser también algo bueno que fomente el esfuerzo y la innovación en cada uno de ellos.

Otro punto interesante respecto a lo que el fotógrafo se refiere es el rechazo a la palabra
paparazzo. La película retrata de forma fiel cómo los fotógrafos protagonistas no quieren que se les vea como personas que entran de forma intrusiva en la vida de los demás, sino como héroes o más bien como personas que cumplen la labor social de mostrar el mundo y sus desgracias. En una escena concreta, un periodista les cuenta a los cuatro fotógrafos que desea hacer un reportaje sobre ellos, titulándolo como “The Bang Bang Paparazzi”. Esto no hace otra cosa que enfadarlos, sobre todo a Joao, por lo que el periodista cambia el título a “The Bang Bang Club” y así queda bautizada la unión de los fotógrafos.

Otro de los aspectos presentes es el poder del fotógrafo. Aunque ya analizaremos más adelante las consecuencias que puede desencadenar una impactante fotografía, cabe destacar que
en la guerra no hay mejor arma que una cámara. Y es que, como expresa Marinovich, su forma de luchar no es con armas de fuego, sino plasmando el sufrimiento humano para así intentar concienciar al resto del mundo. Por eso, a veces mantiene la cabeza fría y toma fotografías a escenas violentas (aunque hay que decir que Marinovich es de los pocos que a veces interviene físicamente para defender a agredidos). Sea como sea, la implicación del fotógrafo en los temas es enorme, al igual que su labor, aunque no siempre sea comprendida. Por eso, cuando por ejemplo muere Ken, el propio Nelson Mandela muestra sus condolencias, lo que demuestra que el fotógrafo puede convertirse en protagonista de toda una guerra. Fotografías icónicas: el poder de la imagen Además de representar a la perfección el perfil del reportero de guerra, la película muestra cómo se realizaron algunas tomas icónicas de la Historia de la fotografía.
- Kevin Oosterbroek en plena acción  (Por Kevin Carter)
Esta imagen es el claro símbolo del fotógrafo como protagonista. Como decíamos antes, el reportero no es solo una persona que se esconde tras el objetivo y se limita a pulsar un botón, sino que de él depende el efecto que cause la fotografía. Es importante que un reportero de guerra tenga conocimiento del país en el que está y de su sociedad, así como una sensibilidad especial. Con estos atributos se consiguen fotografías distintas y auténticas.

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Asesinato a un supuesto espía Zulu (Por Greg Marinovich)
Esta es la fotografía más conocida de la serie que representaba los confictos internos de Sudáfrica de la mano de Greg Marinovich. Fue tomada en 1991 y obtuvo el prestigioso premio Pulitzer. Tanto la realización de la imagen como su reconocimiento con el galardón crearon todo un conflicto interno en Marinovich, pues era la prueba de un crimen y tenía una carga violenta terrible. La imagen hace hincapié en dos aspectos: por un lado, la exposición al peligro por parte del fotógrafo de guerra (en la película, los asesinos amenazan al propio Marinovich por acercarse y tomar fotos) y, por otro, la sangre fría que debe poseer toda aquella persona que se dedique a este oficio para presentar injusticias y atreverse a retratarlas.

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El niño y el buitre (Por Kevin Carter)
Posiblemente, esta es la fotografía más famosa que aparece en la película. Casi por casualidad, Kevin Carter se fija en el niño famélico (en la película dicen que es una niña, pero algunos reportajes apuntan que fue un varón llamado Kong Nyong que logró sobrevivir) y decide fotografiarlo. Sin embargo, se da cuenta del detalle del buitre de detrás, que está acechando al desgraciado muchacho. Por la enorme carga simbólica, Carter decide incluir al ave en el encuadre, y seguramente ese detalle fuera el que le dio el premio Pulitzer de 1994. Aunque Carter cumple la función de generar impacto y visibilizar la hambruna y la pobreza en el continente africano, muchos periodistas y ciudadanos le juzgan por no haber ayudado al crío. Al igual que en el caso de Marinovich, Carter sufre un conflicto interno que le hace replantearse cuál es su verdadera función, si ser testigo de los hechos y atreverse a mostrarlos o intervenir aún más. Esta presión por parte de la opinión pública sumada a su adicción a las drogas hacen que se suicide poco tiempo después.
Reflexiones y lecciones Aunque a lo largo del análisis hemos extraído algunas enseñanzas de la película, las detallaremos en cuatro claves:

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El fotógrafo (y la fotografía) son testigos y tienen poder en la Historia. Dicen que “ojos que no ven, corazón que no siente”, y es verdad. Los fotógrafos son los que acceden al lugar de los hechos y tienen un gran poder (y deber) en sus manos: retratar lo que ven y conseguir que llegue al mundo. De esta forma, es cómo se inmortalizan los momentos más importantes de la Historia (conflictos bélicos, atentados, manifestaciones, Elecciones, etc.).

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El fotógrafo debe conocer lo que retrata. Una fotografía no vale nada sin su contexto. Es fundamental que el fotógrafo no se limite a disparar el flash, sino que se adentre en las historias para atreverse a contarlas. Aparte de la documentación previa, el fotógrafo debe conocer a los protagonistas del hecho y hacer un ejercicio de empatía. En definitiva, el fotógrafo debe ganarse la confianza de los protagonistas.

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Hay que contar nuevas historias. Enviar corresponsales de guerra y fotógrafos a territorio internacional es costoso, tanto económicamente como psicológicamente para los profesionales y sus familias. Por ello, merece la pena aprovechar el traslado, y más teniendo en cuenta el riesgo al que están expuestos. El fotógrafo no debe quedarse con el discurso de la opinión pública, los grandes medios o el Gobierno sobre un acontecimiento, sino que tiene que conocer y representar distintas versiones, historias diferentes. En el film, Marinovich quiere contar la versión de los Inkatha, a diferencia de otros periodistas que se centran en el otro bando. Esto enriquece la información disponible sobre un hecho, aportando nuevas perspectivas.

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¿La ética entiende de colores? Quizá, esta reflexión no aparezca de forma muy explícita en la película, pero aun así está presente. En un momento dado, Marinovich no duda en fotografiar el cadáver de un compañero negro. De la misma forma que tampoco titubea al retratar el brutal asesinato del hombre negro quemado vivo. Algo similar sucede con Kevin Carter y la instantánea del niño y el buitre. Pero, ¿sucedería lo mismo si se tratara de una guerra entre blancos? ¿Se mostrarían sin pudor los cadáveres de niños blancos y los asesinatos a sangre fría? Aunque los fotógrafos han de retratar la realidad, siempre deben regirse por unos criterios éticos, sobre todo en cuanto a menores se refieren. Sin embargo, a veces la raza o la nacionalidad son factores que influyen. De la misma forma, la actitud del público no es la misma dependiendo de los protagonistas de las fotografías. ¿Qué hace grande la fotografía? Esta es la pregunta con la que se inicia la película. Kevin Carter duda. Mira a su alrededor, al pulcro estudio de radio. Y, finalmente, responde. Para él, lo que hace grande a una fotografía es que consiga hacer pensar. Afirma que no es solo un espectáculo, sino que tiene que motivar una respuesta y hacer reflexionar. Podríamos decir que Carter se refiere a la función social implícita en todo reportero de guerra de conseguir concienciar a la sociedad sobre un hecho por medio de una imagen. Kevin reconoce que un fotógrafo ve muchas cosas malas y que lo que desea hacer en el momento es intervenir, ayudar. Y, precisamente, consigue ayudar tomando la foto, atreviéndose a contar una historia siendo consciente de que habrá gente a la que le desagradará. Y es que, en un par de frases, Kevin logra resumir uno de los peligros más terribles a los que se enfrentan los fotógrafos: la incomprensión.

martes, 10 de diciembre de 2013

Arsenio Escolar: “Nuestros repartidores dan el periódico con las dos manos, con la derecha y con la izquierda”

Aquel día de principios de noviembre, el cielo tenía un color blanco grisáceo similar al de la fachada de la sede madrileña del periódico 20 minutos. Una vez dentro del edificio, un recepcionista de rostro afable atendía las dudas de los que llegaban, prestándoles una tarjeta para subir a los siguientes pisos. Los periodistas ya disponían de esa tarjeta, y entraban y salían hablando en grupos y con las manos ocupadas por periódicos, tablets y humeantes termos de café. Tras subir en el espacioso espacioso ascensor y atravesar el hall plagado de premios, el despacho de Arsenio Escolar por fin abrió las puertas.

Unos inicios a pie de calle

“Yo fui un buen reportero. Gané algunos premios, incluso”, afirma Arsenio. Y es que, antes de dirigir el primer periódico gratuito de España, Arsenio Escolar se labró una larga e intensa carrera periodística. No solo fue subdirector de medios como El País o Cinco Días, sino que participó en míticos periódicos como El Sol, donde fue redactor jefe. Sin embargo, se nota que lo que recuerda con más cariño y nostalgia es su etapa como reportero. De hecho, lo reconoce: “Creo que es lo mejor de mi profesión. Estuve muchos años en el género del reportaje clásico, es decir, viajando y hablando con mucha gente para escribir en profundidad sobre un tema”. También admite que el reportaje es un género que le “satisfacía enormemente” y que le permitía “contar historias”. Y no es de extrañar. Antes de su época periodística, Arsenio estudió Filología y en el reportaje encontró un género “muy cercano a la ficción, solo que en vez de trabajar con productos de la imaginación, se hace con hechos reales”. Otra de las cosas que más le gustaba sobre los reportajes es que le permitían cuidar mucho el lenguaje, estructurar las historias y trabajar con cierto reposo, a diferencia de la urgencia que persigue al género noticioso. “Mira, yo me metí al periodismo porque me gustaba escribir, no porque me gustara informar. Ya más adelante, me encandilaron ambas cosas”. 


                             

El poder del lector

Con sus 56 años de edad, el periodista burgalés se adentró desde muy joven en el mundo de la comunicación. Tiene muy claro que el cambio más significativo desde el periodismo de los 90 hasta la actualidad, la era digital, reside en los lectores. “El público ha cambiado fundamentalmente en dos cosas: la revolución tecnológica ha hecho que pasemos de un modelo comunicativo con pocos emisores y muchos receptores a un sistema compuesto por muchísimos emisores para muchísimos receptores; también, cambia la posibilidad del lector de acceder a cualquier tipo de soporte prácticamente gratis”. Arsenio ejemplifica sus declaraciones con una anécdota: “Cuando era joven, era un drama conseguir los periódicos del día, no quedaba otra que coger el coche y acercarse a la gasolinera más cercana. Ahora la posibilidad del público de acceder a la información en cualquier soporte es infinita; desde cualquier sitio del planeta puedes acceder a cualquier medio del planeta.”

Otro asunto que Arsenio no duda en recalcar es el poder del público para enviar mensajes. “Los blogs parecen algo residual o anecdótico, pero no lo son, al contrario, cualquiera puede hacer un micromedio de información.”, explica jugueteando con sus pequeñas gafas de ver, “Simplemente con la herramienta del blog, si alguien tiene algo qué contar y sabe hacerlo, podrá.” Admite, además, que eso era impensable hace 20 años y que la prensa impresa, radiofónica y televisiva requerían siempre una potencia económica muy fuerte por parte del emisor. “Además, también ha cambiado la manera en la que los lectores afrontan, se enfrentan y consumen información. Al cambiar todo eso, también ha cambiado la manera de informar de los medios y periodistas.”, afirma, destacando la importancia de “examinar e investigar la actitud del público, los soportes que utilizan y sus horarios” así como de “adaptar los canales de información a ello”.

Aunque las preguntas sobre periodismo ciudadano estaban pensadas para más adelante, la conversación propicia que Arsenio exponga su opinión: “Yo no vería jamás al periodismo ciudadano como una competencia”. Para él, “los lectores siempre han sido un foco de información en los medios, incluso en la vieja prensa impresa”. Y es que, aunque las nuevas tecnologías facilitan esta participación mucho más, las viejas “cartas al director” eran un canal por el que el medio recibía pequeñas o grandes noticias. “Lo nuevo no es que cualquiera desde la calle pueda ser emisor de información, sino que cualquier profesional del ámbito informativo puede saber lo que piensa la calle al instante.”, expone, muy seguro. Para ilustrar su afirmación, Arsenio menciona todas esas noticias que generan cientos de comentarios al instante: “Algunos comentarios son opinativos, mientras que otros aportan información a lo que el periodista ha contado. Eso es magnífico, nunca lo vería como competencia real (aunque entiendo que hay colegas que sí lo piensan). Para mí, el lector es el mejor colaborador posible que tienes”.

Aunque el mundo bitácora y las redes sociales son herramientas potenciadoras del periodismo ciudadano, 20minutos ya contaba en sus inicios con mecanismos que fomentaban la interacción como la sección “Los lectores informan” (y no opinan), donde daban pequeñas noticias sobre problemas ciudadanos y reales. “Por ejemplo, una lectora nos informó sobre un ascensor para discapacitados y mamás con carrito en la estación de metro de Pitis que solo funcionó el día de su inauguración”, recuerda Arsenio, “Mandamos a un reportero allí, comprobó que la información era cierta y publicamos la noticia firmada tanto por el periodista como por la mujer que nos dio la información”. Cuando surgió la edición digital del medio, tampoco ignoraron el potencial de la participación de los lectores y, por eso, 20minutos fue el primer diario grande que abrió todas sus noticias a comentarios. “En 2005 iniciamos la versión de 20minutos.es principal, pues la anterior consistía en el viejo volcado de contenidos del papel, y fue entonces cuando abrimos las noticias a comentarios. El resto de medios solo permitía opinar en los contenidos que ellos decidían. Nosotros dijimos: ¡Barra libre!”. Y, tras juguetear de nuevo con sus gafas, no puede evitar una contagiosa risa.


Una apuesta por lo gratuito

Nada más comenzar el siglo XXI y el nuevo milenio, nace el periódico gratuito 20minutos. En realidad, en sus inicios se llamaba Madrid&Más, habiendo otras ediciones como Barcelona&Más. Aunque es el primer gratuito de España, podría haberlo sido también del mundo. “En el 93, estuve a punto de lanzar un gratuito en Madrid, meses antes de que naciera Metro, un diario sueco que fue el primer gratuito del mundo”, explica de forma pausada, “Tenía la empresa montada con sus socios y un contrato con una imprenta, pero en el último momento hubo un problema con el principal financiero y el proyecto se derrumbó”. Es en 1999 cuando las guías QDQ proponen a Arsenio y a su amigo, el periodista José Antonio Martínez Soler, que lancen un medio gratuito en Madrid, siguiendo el modelo europeo (en ese momento, Metro se había extendido a otras ciudades de Europa y la prensa gratuita se estaba poniendo de moda). Arsenio reconoce que este proyecto pudo ser más viable gracias a la revolución tecnológica, que consiguió ahorrar muchos costes en lo que a imprentas, distribución y propia redacción se refiere. “Así nace el primer gratuito de España, que fue casi un encargo, no una idea nuestra.”, comenta, entre risas. “La idea consistía en llevar ese modelo de las guías telefónicas, productos impresos que vivían de la publicidad, a información pura, a hacer productos impresos informativos que no cobrasen al lector”. Un par de años después del lanzamiento del proyecto, deciden vender la compañía a un grupo noruego que les rebautiza con el nombre que hoy vemos todas las mañanas en las estaciones de autobuses, en los bares o en las Universidades: 20minutos.

No obstante, en muchas ocasiones los medios gratuitos han sido cuestionados, sobre todo por los que dirigen y participan en medios de pago. La principal crítica ha sido que, aunque los gratuitos puedan alcanzar a más lectores, son leídos por un público de menor calidad. “Yo creo que eso es una falacia”, afirma Arsenio, tajante, “20minutos es mi sexto diario, por lo que de prensa impresa y calidades sé algo”. Para él, hay prensa de pago buena, regular y mala, sucediendo lo mismo en el caso de medios gratuitos. “La radio y la tele también son gratis y nadie duda de su calidad, ¿no?”. Arsenio también asegura que tiene “el mismo impulso de calidad en 20minutos, que es gratuito, que en El País” y que el grado de exigencia de los redactores es igual o superior que en cualquier medio. Respecto a los lectores, Arsenio discrepa en que existan “calidades”: “El 9% de mis lectores leen El País. ¿Qué pasa, que son tontos cuando leen mi medio y listos cuando leen El País? Y el 5% lee también El Mundo mientras que el 3% el ABC. Y esto son datos reales del EGM”.

El éxito de los gratuitos no solo se basa en, precisamente, su gratuidad. “Mira, los periódicos de pago se están hinchando a regalar ejemplares y no por ellos aumentan sus lectores”, dice mientras se encoge de hombros. Además, según investigaciones que han llevado a cabo, los lectores de 20minutos pueden, incluso, tener una ventaja frente a los de otros medios, ya que los resultados muestran que lo que valoran en un medio es la credibilidad, y precisamente la imagen que perciben de 20minutos es la de un medio imparcial y no tendencioso. “Nosotros repartimos el periódico sin preguntarle a la gente qué vota ni qué piensa. De hecho, una vez salió un medio gratuito ideológico en Madrid y duró tres meses”. Para dar finalizar su respuesta a las críticas provenientes de los medios de pago, añade: “Nuestros repartidores dan el periódico con las dos manos, con la derecha y con la izquierda. Eso nos obliga a ser muy rigurosos. Luego, ¿quién tiene más calidad, un periódico que todo lo mira bajo un prisma ideológico o uno abierto que no intenta adoctrinar al público?”


Cruzando el océano

Una vez analizado el mercado periodístico nacional, toca ampliar fronteras. ¿Por qué la versión digital de 20minutos se está expandiendo por América? Para Arsenio, la clave está en aprovechar las fortalezas: “Yo creo que la principal ventaja del mercado online sobre la prensa impresa es que las fronteras geográficas no existen. Los diarios impresos de antes tenían una frontera natural que era insalvable, había que evaluar bien los recursos disponibles a la hora de fijar objetivos. Ahora esto no pasa”. Además de que en Internet no hay imprentas ni furgonetas, y eso ahorra grandes costes, Arsenio defiende lo siguiente: “Tu mercado es todo, todo el universo. Y fundamentalmente es tu lengua. Tenemos la ventaja de que nuestra lengua es la segunda del mundo, con 500 millones de hablantes”. Curiosamente, se enteraron de que tenían más usuarios únicos en México que en España. De hecho, 20minutos.es se posicionaba como el segundo medio digital más leído por los mexicanos. También era el tercero en Argentina, solo superado por diarios de referencia como Clarín. “Sin buscarlo, captamos ese público”, admite ilusionado, “Gracias a mediciones de Comscore descubrimos que teníamos mucho potencial en Latinoamérica. Por eso apostamos por el mercado hispanohablante y creamos 20minutos.com para Estados Unidos y 20minutos.com.mx para México, incluyendo también contenidos locales y propios de los países”.



Mundo 2.0

El desarrollo de Internet y de plataformas como las redes sociales han supuesto un impacto enorme en el ámbito informativo. Por eso, 20minutos está muy presente en las redes sociales y apuesta por espacios como los blogs. Además, a principios de 2013 lanzaron Gonzoo, una apuesta informativa muy innovadora. “Gonzoo sale de dos ideas: de hacer un medio específico para jóvenes muy jóvenes (en el proyecto especificábamos entre 17 y 23 años) y también un medio pensado y diseñado para dispositivos móviles”, cuenta Arsenio mientras echa un vistazo a su móvil esbozando una media sonrisa. La idea se les ocurrió al examinar unos estudios que revelaban que España es uno de los países con más penetración de smartphones. Seguidamente, decidieron que el público se centraría en los jóvenes, ya que es un segmento de la población muy tecnologizado. Además, parece que las cosas van bastante bien en torno a este proyecto, pues ya cuentan con 500.000 usuarios únicos al mes (20minutos tiene 14 millones, pero lleva mucho más tiempo en el mercado, se dirige a todos los públicos y abarca el mercado americano). Respecto al futuro, Arsenio se muestra optimista. No solo pretende ampliar fronteras con sus accionistas suecos y noruegos, implantando el producto en los países nórdicos, sino que cree que “pronto se desarrollará todo un mercado de publicidad adaptada a móviles”.

Pero, no solo 20minutos está inmerso en el mundo 2.0. Arsenio también es un internauta muy activo, actualizando constantemente su blog y siendo un tuitero muy activo. “Yo tengo una ventaja enorme en la vida y es que en mi familia y en mi entorno profesional siempre he estado con gente más joven que yo. Y, además, gente muy tecnológica e innovadora en el mundo informativo”, admite. No puede evitar que su mirada se llene de orgullo al hablar de su hijos hijos: “Mi hijo Ignacio me inició en esto de los blogs. El fue de los primeros de España que empezó a hablar de estos temas de Internet en un blog de Telecinco llamado El Navegante. Mi otro hijo no es periodista, sino ingeniero informático, y también me ha adentrado en este mundo”. También en la redacción del periódico se rodea de gente joven y activa en el mundo virtual. La subdirectora tiene 40 años, que según Arsenio “es la que manda y la que está siempre con los redactores”, mientras que la media de los periodistas se sitúa en veintipocos. “Siendo un periodista veterano como soy, soy un periodista joven gracias al entorno que tengo. Si no hubiera sido mucho más difícil el cambio y, de hecho, muchos compañeros de mi edad no han tenido esa suerte”.


Arsenio

Llega el momento en que el director de uno de los medios más potentes de España y del mundo se muestra aún más cercano y transparente. “Voy a confesar un secreto”, desvela, animado, “Lo que más me gusta en el mundo es leer. Y no solo periódicos, sino literatura”. Como buen estudiante de Filología que fue, es lector de grandes clásicos, aunque también de best sellers actuales. “Yo leo ahora de una manera un poco rara porque leo muchas cosas a la vez. En mi mesilla hay siempre cuatro, ocho o diez libros distintos.”, cuenta mientras suelta una carcajada. Entre ellos, cita una recopilación de crónicas de Rubén Darío (lo que ejemplifica su atracción por los escritores hispanoamericanos y por el periodismo de la zona), un ensayo de Hernán Cortés de carácter autobiográfico, una novela negra del autor noruego Jo Nesbo (ya que viaja bastante a Oslo debido a la procedencia de sus accionistas y, por tanto, conoce muchos lugares del país) y una vieja novela de James Ellroy. Según su estado de ánimo y el sueño que tenga, escoge un libro u otro.

También le gusta muchísimo el campo. No podía ser de otra manera. De hecho, su Twitter está plagado de fotos de paisajes campestres o especies de setas. Confiesa que tiene una casa en el campo, cerca de Madrid, y que suele acudir todos los fines de semana. “Suelo caminar durante horas, ya sea solo o con mi perra”, explica, “Yo creo que el campo es la pila que me carga. Después de semanas intensas de 12 horas de trabajo cada día y muchas responsabilidades, me voy al campo y mi persona ya está al 100%”.

Aunque el tiempo pactado para la entrevista era de unos 30 minutos, ya ha pasado casi una hora. Arsenio parece disfrutar, sobre todo hablando de sus hobbies y pasiones, y hasta ignora llamadas telefónicas. Para finalizar, ofrece un consejo a todos los valientes que comienzan a estudiar Periodismo: “Primero, no hay que quedarse con que la profesión está muy mal, sino moverse y buscarse la vida. Hay que coger cualquier oportunidad, porque en cualquier sitio se aprende. También hay que ser muy curioso, sobre todo con los asuntos relacionados con la profesión. Nunca hay que pensar que uno ya lo sabe todo o que ya está formado, ni aunque tenga ochenta años”. Y, mientras pronuncia estas palabras, un brillo de esperanza puebla sus almendrados ojos. Cree en el futuro y cree en el periodismo. Siempre lo ha hecho.